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El intercambio celestial de Whomba
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Un ejemplar de El intercambio celestial de Whomba enviado a tu dirección + Edición digital de la obra
Te enviamos una postal ilustrada del libro + Ejemplar de la novela + Edición digital de la obra
Te enviamos una de las 12 nuevas ilustraciones originales creadas para la nueva edición por Mario Trigo, de edición limitada + Postal ilustrada del libro + Ejemplar de la novela + Edición digital de la obra
Recibirás un cuento original ambientado en el mundo de Whomba escrito por Guillermo Zapata + Ilustración original + Postal ilustrada del libro + Ejemplar de la novela + Edición digital de la obra
Para celebrar que hemos conseguido el dinero óptimo necesario para poner en marcha nuestro proyecto os traemos un nuevo relato inédito (El tercero ya) ambientado en el mundo de la novela.
Esta vez el relato es a cargo de Guillermo, uno de los autores de la novela en el que es su primer relato "colateral" ambientado en ese mundo.
Como en los anteriores relatos se ocupa de un personaje importante en la novela pero que tiene poca presencia; Nanna. Es un relato escrito como posible punto de entrada a la novela y no tiene spoilers significativos. Es, además, el único relato de esta novela infantil-juvenil protagonizado por un niño.
Esperamos que os guste. La ilustración es uno de los dibujos que ha creado Marío Trigo para ilustrar el inicio de los capítulos. En este caso, el capítulo central de la historia de Nanna.
Esperamos que os guste.
LA BRUJA DEL BOSQUE
Son apuestas. Un poco pelea, un poco desafío. Sirven para saber quién es quién. ¿Quién puede proponer un desafío? ¿Quién se atreve a...? ¿Quién está dispuesto a...? ¿Quién iría a robarle el pan a Whorjom, el panadero del pueblo? ¿Quién cruzaría la plaza del templo de Yheon a media noche? Apuestas.
Whorric lanzó su propio desafío al grupo más por curiosidad que para demostrar nada. No quería saber quién era el más valiente o la más osada, lo que quería era comprobar con sus propios ojos si había una bruja en los bosques de Malparte. Podría haber ido el solo, pero a veces las apuestas son también protecciones. Así que lo dijo, lo propuso: “Pasar la noche en el bosque” Y todos entendieron que se trataba de la bruja y no del bosque. Y por eso les entró la risa. Por eso sonó a desafío más allá de los límites de lo posible, una frontera de desobediencia demasiado lejana: Bosque-Noche-Bruja. Demasiados elementos. La propuesta se volvió en su contra. No encontró protección en el grupo sino un nuevo desafío. “Ve tú”-le dijeron “Ve tú si te atreves”. Y, ¿que iba a hacer? ¿Echarse atrás?
Salir por la noche estaba prohibido y salir, en general, empezaba a estarlo también. Ellos no lo entendían, porque nadie se lo explicaba, pero sus padres estaban inquietos, decían palabras que daban miedo: “Guerra” “Dioses” “Malditos”. Llegaban rumores de viajeros que hablaban de pueblos incendiados y ciudades tomadas, de los dioses caminando por la tierra. Las peregrinaciones al templo eran cada vez más intensas.
Fue en ese clima de rumores y medias verdades, conforme el segundo ciclo de Luna se les echaba encima y se iba armando el invierno, que empezaron a llegar los rumores de la bruja.
El rumor favorito de Whorric, el que más le impresionaba, era el que decía que había una mujer en el bosque que practicaba sexo con animales. El choque de las dos imágenes, sexo y animales, le aterraba y excitaban a partes iguales. No entendía qué sentido podría tener aquello y, a la vez, no podía dejar de pensarlo.
Quizás por eso lo hizo.
Quizás por eso se internó sólo en el bosque de Malparte.
Se escapó de casa dejando un muñeco improvisado como sustituto en caso de que sus padres echaran un vistazo y se lanzó al bosque con una única idea para protegerse, ir abrigado. Tenía la sensación de que ir bien tapado de mantas y ropa gruesa iba a suponer algún tipo de ayuda, no solo contra el frío, sino contra lo que fuera que se había instalado en el bosque.
Malparte era la superficie arbolada mas grande de todo Whomba y Whorric no estaba dispuesto a entrar al corazón del bosque. Si no se atrevían los adultos él no iba a darles una lección al respecto. Se quedó en lo que llamaban “el primer círculo”. Una zona dónde aún había caminos, ciertos claros e incluso un lago relativamente grande. Cómo casi todas las cosas que se hacen por una mezcla entre la valentía, la curiosidad y la vergüenza, cuando se vio en medio del bosque no supo exactamente qué hacer. Si se relajaba, enseguida empezaba a escuchar la intensa vida nocturna del lugar y le entraban ganas de salir corriendo y volver a casa. Así que se intentó concentrar en cualquier sonido que pudiera indicar que la bruja estaba por allí.
Y no le costó mucho encontrar uno. En medio de una cacofonía de pájaros, arboles en movimiento y solo los dioses saben que más, pudo escuchar perfectamente un chapoteo. Si alguien era capaz de nadar con ese frío tenía que ser una bruja. Avanzó en dirección al lago agazapado, envuelto en mantas, con las manos temblando por el frío y el corazón acelerado por la excitación.
Allí estaba, en medio del lago. Nadando como si fuera de día y el sol lo calentara todo. Lo primero que sorprendió a Whorric es que “la bruja” era una joven no mucho más mayor que su hermana Gherdil. Lo segundo, que su cuerpo no estaba cubierto de verrugas y cicatrices, sino que su piel era lisa y perfecta. Whorric no podía dejar de mirar su cuerpo desnudo avanzando como un pez en medio del lago. No tenía miedo. Quizás no era la bruja o quizás no había bruja, pero él solo alcanzaba a ver a una chica nadando en un lago y, exceptuando la temperatura, todo transmitía una sensación de tranquilidad.
Whorric se sentía bien. Sentía que podía estar allí mirando toda la vida. Que el tiempo no pasaría y que todo estaría bien para siempre. Quizás ese era el hechizo. Luego se fijó en que la chica había desaparecido en el agua. No la había visto sumergirse. Antes de poderse preguntar nada más notó el filo de un puñal en su cuello. No quería respirar. No quería moverse. Se quedó ahí, con los ojos cerrados, imaginando que no iba a morir. Que no se lo iban a comer. Que no lo iban a convertir en nada horrible.
-¿Qué haces ahí? ¿Me estabas espiando?- La voz de la chica sonaba seca, directa.
-Si- dijo.
¿Qué iba a decir? ¿Que no?
-Eres la bruja.
Total. Iba a morir, qué mas daba lo que dijera.
-¿Que soy qué?
-La bruja. Eres la bruja de Malparte.
Whorric se las arregló para darse la vuelta lentamente mientras hablaba y comprobó para su pasmo, que la chica seguía desnuda. Solo que tenía un cuchillo.
-No soy bruja- le dijo sujetando el cuchillo.
-¿No?- Whorric estaba levemente decepcionado, pero en realidad que no fuera bruja y hubiera desaparecido y aparecido de nuevo antes sus ojos. Que no tuviera ropa y llevara ese puñal, era casi mejor.
-Me llamo Nanna.
-Yo soy Whorric.
Nanna, la bruja que no era bruja, bajó el cuchillo.
-Si no eres bruja... ¿Que haces en el bosque?
-Espero a alguien.
-¿A quién?
Le miró con cara de que la curiosidad estaba a punto de ir demasiado lejos para Whorric.
-¿Por qué no esperas en el pueblo?
Ahí estaba otra vez la mirada.
-No puedo- dijo Nanna.
La chica se dio la vuelta y empezó a caminar hacia el lago. Whorric vio que estaba andando hacia sus ropas. Salió tras ella olvidando mantas, protección y el posible frío que hiciera, que se había evaporado.
-¿Por qué no? ¿Te están persiguiendo? ¿Eres de los malditos?
Nanna le miró. De pronto parecía triste.
-¿Dónde has oído eso?
-Se lo oí a mi padre. Y a gente que pasa por el pueblo.
-¿Y tú que crees?
Whorric se encogió de hombros. No sabía porque le había parecido que Nanna podría ser de esos “malditos” de los que últimamente hablaba todo el mundo. Pero se estaba escondiendo y... Algún poder tenía que tener.
-Me llamo Nanna. Y estoy esperando a una mujer. Y me escondo porque me están buscando para matarme.
Un escalofrío recorrió el cuerpo de Whorric.
-¿Y quién es esa mujer?
-Es alguien a quién voy a matar yo.
Lo dijo con una mezcla de despreocupación y determinación casi fanática. De pronto, Whorric se sintió raro al lado de la chica. Sintió miedo. Ella ya estaba vestida del todo.
-No le voy a decir a nadie que estás aquí- dijo un poco más alto y un poco más nervioso de lo que le habría gustado.
-Estoy segura.
Se quedaron en silencio. Whorric tenía muchas preguntas, pero sabía que no se las iban a responder. Al menos no allí, esa noche, junto al lago.
-¿Has desaparecido?- le dijo.
Nanna le miró y sonrió. Una sonrisa franca. Tenía la boca grande y los dientes muy blancos, al contrario que el pelo, que era moreno y larguísimo.
-Si- le dijo.
-¿Y no eres una bruja?
-No.
Whorric volvió a sentir el calor de la confianza en la mejillas.
-¿Y qué eres?
Nanna sonrió.
-Soy cualquiera- dijo.
Y desapareció delante de él.
Son secretos. Un poco mentira, un poco curiosidad. Sirven para sentir que tienen en tu poder algo valioso. Son una protección y, a veces, son poder. Son mejor que las apuestas. Son mejor que la mentira. Por eso al día siguiente, aunque se rieron de él y dijeron que, en realidad, no había ido jamás al bosque. Whorric siguió insistiendo en que si. Y en que no había ninguna bruja.
Y aunque nadie la creía no le importó, porque él tenía otro plan: Esperar a una mujer que llegaría tarde o temprano por allí. Una mujer que iba a entrar en el bosque. Una mujer que iba a morir a manos de Nanna.
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